Nos envían imagenes de Olinda, Pernambuco, Brasil, uno de los primeros centros urbanos y portuarios establecidos en este extenso país. Hoy en día es un lugar turístico integrado a la ciudad de Recife. Olinda es una colina de calles estrechas y empedradas con casa hermosas y numerosas iglesias y conventos antiguos. Muchos artistas y artesanos viven allí. Es famoso su carnaval y su museo de títeres, (mamulengos) del nordeste. Aprovechamos la ocasión para incluír un poema de Rafael Benjamín dedicado a Helder Camara, Obispo de Recife, famoso en los años 60 y 70 por su dedicación y lucha en favor de los pobres. Fue uno de los pilares de la llamada "teología de la liberación".
Ante la tumba de Helder Camara
y mi caminar lento por las calles empinadas me lleva al fresco vientre de la iglesia
donde reposan tus restos.
Entra un grupo de
turistas asiáticos y cruza veloz por
las mudas naves
registrando con sus cámaras, sin ver,
los detalles de la arquitectura y sigue su camino.
Y la iglesia queda sola
como una ballena varada en la playa.
Aquí estoy, en la
penumbra, sentado frente al rectángulo de mármol
que sobre el piso de adoquines rojos de arcilla
dice que allí, debajo, estás: Helder Camara arcebispo de Olinda e Recife
Bajo tu nombre un ave en vuelo
me dice
que allí no estás,
que fuiste un eco profético del corazón en llamas,
un inútil deseo del Dios abandonado que seguiste.
No recuerdo ninguna oración.
Golpeo tu tumba para despertante,
pero sé,
que allí estás,
que allí no estás,
que no duermes,
porque mientras exista tanta miseria en este mundo,
tanta injusticia y desigualdad en nombre del progreso,
tanta hambre de comida entre los pobres,
tanta hambre de riqueza entre los ricos,
tanto odio en nombre de Dios,
tantas prisiones en nombre de la libertad
y tanta vanidad en los corazones de los seres humanos,
no tendrá descanso tu alma de pastor de ovejas
que manos ajenas esquilan,
y que lobos voraces devoran.
Temo mi querido
peregrino del más allá
que predicaste en el desierto,
y que en este tiempo vacío cuando la mañana no viene
y las ventanas no abren,
lo mejor es irnos a la playa – yo invito-
tomarnos una caipiriña, comernos un acaraje con carne molida
y echarnos en la arena a escuchar la música de las olas.
Una comparsa de frevo me devuelve al irreal mundo de la calle.
Hasta luego Helder:
si ves a Gerardo Valencia dile que su ejemplo, al igual que el tuyo,
son un baluarte de la fe en lo trascendental de la vida,
y en ella,
de la existencia humana.
Llega la noche y desde la colina, Recife parece un río de luciérnagas.
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