martes, 20 de mayo de 2014

TU LEVE MANO: POEMAS DE ENRIQUE SANCHEZ

Continuamos con la poesía de Enrique Sánchez. ( Ilustraciones de N. Rodriguez)




Tu leve mano


Sentados en las escalinatas del muelle
Sentí tu débil mano
Sobre mis labios
Como una flor de domingo.

Supimos
Que no era posible amurallar el silencio,
Y que en el horizonte de las despedidas
Eran  inútiles los rituales,
Y que en tu piel,
Con olor a hierba fresca
Y lluvia,
Se anidaban esperanzas
Que no queríamos nombrar.


No era posible amurallar el silencio...


Sentado sin rumbo en una mesa

Heme aquí
Sentado en esta mesa
Lucubrando sueños
Sin que nadie acuda
Me recuerde
O se equivoque y diga
Perdón
Sólo perdón
Estoy equivocado.

Heme aquí sentado en esta mesa
Mirando a través de la ventana
El horizonte gris de una tormenta
Una paloma que pasa
Una sombra
Una mariposa nocturna
Que ha perdido su rumbo.

Y mi café
Y mi triste taza de café
Está fría con sus labios estampados
En el brocal oscuro
Del pozo en el que vivo.

Despedida


Avanzas inexorable hacia el agujero negro de la puerta de embarque
que se traga tu cuerpo, el bolso con mis poemas y la mochila de viaje.

Solitario agoniza  un adiós en tu mano
mientras tu presencia se desvanece en el laberinto del tiempo.

No sé qué fue real,
No sé qué ventana invisible abrí
y que puerta me cerró el destino…

A un libro


Libro amigo:

Camino íntimo
canción viajera
ventana infinita
abrigo de alas
y de sueños...

Suspendido
en el vacío de mis manos
me sostienes...



Luz marchita

Más insomnio para la eternidad del cuarto mío
con su día,
con su rueda dentada
y el polvo de los sueños
cubriendo una radio que no está,
un televisor amordazado
en la casa de empeño,
una máquina de coser que se marchó
con la vida en un hilo.

La luz amarilla del espejo detenida
sobre tu carta – la que nunca terminaste -
inaugura
una nueva era geológica.

No sé
si mi espíritu
se ha marchitado,
o si es este pedazo de sombra que cojea y
me acompaña,
o es esta nada que lentamente abandona el cuarto
para siempre.

  
Una cita con el pasado

Su armadura rota
su yelmo donde refulgía  el sol
se deshace al despertar en la estación de autobuses.

Va a una cita con el pasado
para reclamar su cuota de esperanza.

El hambre es la medida de todas las cosas
le había dicho  el profeta loco del Café Pasaje
tras apurar una copa de aguardiente.

La noche será una puñalada por la espalda
presintió
cuando ella abandonó el cuarto
y el eco de sus pasos amortajaron
su corazón.


Su hazaña es vivir


Camina sin otro horizonte que su corazón
y se sabe cierto
y no le importa la lluvia
ni el peligro de las calles.

Su hazaña es vivir...
y nada más.




miércoles, 14 de mayo de 2014

LA SOMBRA DE UN ROBLE: POEMAS DE ENRIQUE SÁNCHEZ




La sombra de un roble

Y bajo los robles
tu cuerpo se hacía agua
presa de otros ecos
otros espacios
otras sombras…


Alas ligeras

Alas ligeras cruzan el horizonte de mi soledad y me anuncian que he de morir como una llama vencida por el tiempo.
El árbol mágico tiende sus ramas brillantes. Sus hojas estallan en luz como pequeños soles.
La claridad de la mañana se posa en su rostro que dulcemente duerme mientras yo escribo este inútil poema…



Tres niños cobijados por un cielo de luciérnagas

Teníamos sueños eternos
como  dioses
y aún no conocíamos el mar.

Una palabra se abría en mil ventanas
Y una caja de cartón podía contener el universo.

Éramos tres niños cobijados por un cielo de luciérnagas,
éramos tres los que viajábamos a la deriva
en un libro de cuentos salvado de las llamas.



Caminando al filo del abismo

Cómo no dar pasos en falso
si las sombras que me dan apoyo
cambian de peso y de lugar
a cada instante.

Cómo no caer
Si todo es caída y
extravío de la piel entre tu rosa.

Cómo no caer 
si todo es caída...

Cómo no caer
si nada tiene sentido
en la ciega mirada 
de esta noche...


Espera


Hoy he visto las paredes
reverberar bajo el sol
y los jardines  dormir
su domingo verde
eterno
en las fronteras del sueño.

Te esperé echado  en la hierba frente al Museo,
te esperé
mientras se marchitaban
bajo los saúcos
las dulces flores del sur.

Esperé tu sombra y tu camisa escotada,
esperé la música de tus zapatos
sobre el corredor adoquinado
y el eco vertical
de tu falda contra el viento.

Esperé la muerte,
y no llegó.

  
Vuelo

Más fresca es la gruta que te habita cuando te ofreces al leve resplandor de la luna y tiembla tu cuello a la espera del  éxtasis infinito del vuelo.



Árbol: Nadiel Rodriguez

sábado, 10 de mayo de 2014

DESCARGA GRATIS LOS 17 TOMOS DE LA BIBLIOTECA BÁSICA DE LA COCINA COLOMBIANA


Está a disposición del público la biblioteca básica de las cocinas tradicionales de Colombia. 17 tomos maravilloso que se pueden bajar de manera gratuita como libro electrónico. Hay dos de recetas, el Gran Libro de la Cocina Colombiana y Paseo de Olla. Se los recomendamos.

En iBooks Store: 
Tienda en línea de Apple, a la que se puede acceder para descargar los libros desde iPad,
iPhone y computadores Mac (con sistema operativo 10.9. Mavericks). Para leer los libros
debe tener instalada en su dispositivo la aplicación iBooks, de descarga gratuita desde este
link: https://itunes.apple.com/es/app/ibooks/id364709193

Instrucciones
• Abra la aplicación iBooks en su iPad, iPhone o computador
Mac; en la esquina superior izquierda dé clic
sobre “iBooks Store”; después, en la esquina superior
derecha, en el buscador, escriba BBCTC o Mincultura.
Encontrará los 17 títulos de la colección.
• Dé clic sobre el libro que quiera descargar.
• El libro se descargará y abrirá en su biblioteca en la
aplicación iBooks.


lunes, 5 de mayo de 2014

USHUAIA. Un poema de Rafael Benjamín

Los invitamos a leer este hermoso poema de nuestro querido amigo Rafael Benjamín.


Ushuaia


“Hay un gran dolor en aquella comarca argentina…” 
Ricardo Rojas

Los cormoranes siguen la huella  extraviada en el viento
de  un vuelo náufrago.
Hay en  mi sueño un rojo faro
y  no hay otra señal en las cumbres nevadas
distinta a  tu reflejo en el mar transparente de la Bahía Lapataia.

El viento, que juega con tu cabello, trae silencios de piedra que sobrecogen el alma.
Surco un doble cielo: el de tus ojos y el del firmamento asomado
en el espejo del lago.
Los guijarros redondos dispersos en la playa
cuentan la historia, aún no narrada,  de la tierra cuando en ser humano
no era todavía una idea en las manos de un solitario y loco alfarero,
ni siquiera el impulso errático de un gen sin memoria en los abismos de  la falla del Lago Khami,
ni siquiera un extravío de la vida en el pantano primordial de la tierra.

Caminamos sobre preguntas sin respuesta,
vagamos sobre una corriente pétrea que desafiaba nuestra ignorancia.
En los guijarros, bajo un sol radiante,
nuestra sombra era la escritura, una vez más,
de los Yamana siguiendo nuestros pasos erráticos.

Existe aquí, ahora, dijiste, una puerta invisible hacia una Patagonia no nombrada,
antes de que la pezuña diabólica del hombre blanco profanara las tumbas antiguas
y el vientre de las mujeres untadas de grasa de foca.

Te seguí:
encontraste un camino al cielo interior entre las grietas del hielo enceguecedor de un glaciar,
cuando tu brazo, tu blanco brazo, más blanco que la nieve, penetró las oquedades azules
del agua seminal del tiempo,
y  te hiciste, de repente, viento,  bailarina de las inmensidades australes,
y pude comprender, gracias a este milagro  del tiempo detenido en el tiempo,
los rituales de la danza y el fuego que se escondían en tu corazón.

¿Hacia dónde van las rocas en su silenciosa deriva?
Son inútiles poemas de la tierra en su eterno parir, dijiste.

No había manos dibujadas en las nubes
pero  dejaste huella de las tuyas en la nieve del Cerro Martial
que un caminante encerró en un corazón,
y  en los alerces solo quedaron restos de verdes y ocres  preguntas
que el tiempo no supo responder.

Y yo, y tú, mujer bendecida por las luminarias del cielo estrellado,
estábamos allí, en la quietud del lago,
devorados por el repetido fuego azul del agua y del cielo,
y el amor,
y no sabíamos aún que todo amor es un acto de desobediencia,
y que lo que jurábamos nos arrojaría más allá de los escollos
y de las advertencias del Faro Les claireurs
a los confines  inciertos de un silencio cómplice,
navegando a las  bordadas entre el laberinto del verbo
con sus dientes afilados y sus trampas.

Lanzamos piedras, cálidas piedras, al Lago Margarita
para profanar el sabio silencio de las profundidades.

Ya lo habían dicho las gaviotas:
yo no soy si no un viajero muerto,
un náufrago hace tiempo devorado por los fieras de los abismos del mar,
y mis huesos han renacido a la vida, como alerces,
gracias a una palabra mágica con sabor al mar antártico
pronunciada por Amakaik, la dueña del fuego interior que arde sin consumirse:
levántate y anda”…

Y la zarza ardió, y los huesos abandonados en los pedregales
y entre las algas florecieron,
y yo, errante, absurdo e ingenuo en mis silencios de ignorante,
emergí de la nada, mi propia nada, en una noche de estrellas fugaces,
como mi propia vida.
Y nada dije
porque no tenía palabras…

Rafael Benjamín.




viernes, 2 de mayo de 2014

ACUDISTE A LA CITA SIN TUS ALAS. Poemas de Enrique Sánchez






Acudiste a la cita sin tus alas


Acudiste a la cita sin tus alas
- las olvidaste –
no eran necesarias,
yo tampoco traje mi reloj de arena
-no sé si tengo uno –.




El parque de Lourdes es una algarabía


El parque de Lourdes es una algarabía
que deja desierto el corazón
y nada parece verdadero
a no ser la iglesia que imita
un termitero,
a no ser el vacío
de escalar la noche
y caer en la nada de la oscura taberna
subterránea
donde me invitas – para confundirme –,
a tomar una cerveza,
oír los sermones de Sttig
y contemplar una hormiga
arrastrando un cristal de azúcar.

Es hora de marcharnos.
Caminamos  por la Avenida Séptima
desafiando los fantasmas
que vienen con la llovizna de agosto,
Lestrigones, Cíclopes y
el mar ensombrecido de la duda
que me invita al dolor,
pero es tu mano quien me guía
y me lleva a la Itaca de tu cuarto
donde la noche se ha abierto,
cálida,
como una flor azabache.




Amanece

Amanece:
sobre los cerros
el día
asoma los ojos grises del alba
y bajo la estatua sin un nombre
frente al supermercado de la sesenta y tres
agoniza una paloma.

Es hora de ir hacia el trabajo, al rebusque
pero mi cuerpo está en huelga
y no obedece.



La noche suele esconderse


La noche suele esconderse
bajo las alas
de la alborada del viento.

La noche se desnuda de sombras
cuando el horizonte
es apenas un rayo de luz bajo mi puerta
y tu cuerpo se ilumina
de oscuros resplandores…


Es la eterna agonía del cemento

Es la eterna agonía del cemento,
la herrumbre primordial,
el horizonte herido
lo que lacera la mirada,
agobia la palabra,
y te hace esperar la noche
como una amante que sabe,
que es su último encuentro,
el último...



Trance luminoso el de la vida.

Trance luminoso el de la vida.

Duro trance el de la propia existencia:
atada al sueño,
torturada
por la palabra,
ceñida por el deseo.

Línea y espiral
sobre el abismo,
sucesión perpetua,
planos yuxtapuestos como espejos,
tosudas  alas, las del deseo de volar,
invisible centro, pedernal,
eje uno y múltiple,
sueño,
viaje, viaje,
inútil viaje  sobre los caminos de asfalto.

Duro y dulce trance
el de la propia existencia …



Qué sería de mí

Qué sería de mí
sin la secreta quietud
y el silencio interior
que sobrecoge
cuando subo a los cerros.

Rebosa mi corazón de alegría
y es mi corazón un tambor al viento.

La tarde me  toma todavía en las laderas de la vía a La Calera
y en el valle los tejados de arcilla  de La Candelaria parecen carbones encendidos.

Cruzan las aves y se divide la esfera del cielo.




Atardecer

No teníamos un lugar para la guerra sin cuartel
no teníamos un altar para compartir el pan
no teníamos un dios para rogarle
ni una maza para seguirle dando.

En este exilio del tiempo y del sentido
por amor y por necesidad
nos instalamos el uno en el otro.

Escribíamos poemas en los recibos del gas y la energía
y dibujábamos en los manteles de papel
de los restaurantes.

El atardecer en julio era un consuelo.
En el Parque Nacional, echados sobre la hierba
dejábamos  fugar los sueños
y en la doble  noche infinita de tus ojos
yo era apenas
una luciérnaga urbana
que soñaba
junto a ti
el comienzo de la errancia.