domingo, 15 de enero de 2012

LA CARTOGRAFIA CULTURAL

Foto: Juan Luis Isaza Londoño

Cartografía y patrimonio cultural inmaterial en el noreste amazónico

Enrique Sánchez


La cartografía cultural es en términos generales, la representación del territorio en un plano cartográfico que permite el análisis y comprensión espacial de los procesos culturales. En la cartografía cultural se indican hitos de la memoria y los elementos y lugares de alto valor cultural que hacen parte de la vida social, la historia y la concepción del mundo de un grupo humano.
El interés por la cartografía cultural en el ámbito del patrimonio cultural inmaterial proviene de la importancia que tiene para las comunidades y colectivos sociales la salvagurdia de los espacios culturales y en especial, de los sitios considerados sagrados, “ de poder” o de alto valor cultural.
De acuerdo a la Convención de la UNESCO del año 2003 sobre salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, este es definido como los, usos, expresiones, representaciones, y conocimientos y técnicas, junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes, que las comunidades y los grupos reconocen como parte integrante de su identidad y memoria colectiva. El patrimonio cultural inmaterial asociado a los espacios culturales, de acuerdo al Decreto 2941 de 2009 comprende los sitios considerados sagrados o valorados como referentes culturlaes e hitos de la memoria ciudadana.
En la cartografía cultural en territorios de los pueblos indígenas se superponen de manera dinámica tres órdenes: el orden de lo sagrado, el del conocimiento sobre la naturaleza – en sentido amplio- y el de la historia y memoria colectiva.
El orden de lo sagrado: el territorio, en las cosmogonías tradicionales fue delimitado por los creadores. Desde esta visión, el mundo tiene un orden, unos principios, que las criaturas humanas debemos respetar. Como lo expresa un indígena del río Pirá Paraná mencionado por Ortiz: “El territorio He Yaia Godo esta ordenado desde el origen, desde que los mismos creadores constituyeron el planeta, el cosmos. Los creadores, los Ayawa, iban definiendo los límites de ese Gran Territorio a medida que lo recorrían en forma de Anacondas. La delimitación de este territorio no fue concebida por pensamiento humano alguno sino que el mismo origen, la historia, los eventos ocurridos en la evolución determinaron los límites del territorio como tal ” (En Ortiz, 2009).
En este orden, la representación del territorio se hace mediante complejas metáforas que a veces se desvirtúan en los procesos de traducción cultural. De acuerdo con Ortiz, refiriéndose a la concepción del territorio para las comunidades indígenas del Pirá Paraná, “ en el campo simbólico, el territorio representa una enorme maloca, insertada dentro de una maloca más grande que es el cosmos, la maloca es el modelo mediante el cual se puede entender el funcionamiento del territorio de cada etnia y el macroterritorio. Este hace referencia a la gran región comprendida por las cuencas de los ríos Negro y Caquetá, que es compartido con otros grupos que tienen una historia mítica común. Todos los grupos asociados a esta gran cuenca deben manejarla conjuntamente, la eficiencia de este manejo depende del trabajo mancomunado de los chamanes”, y trae una sugestiva imagen que expresa esta idea.
El territorio se representa también como un cuerpo humano, idea muy fuerte por ejemplo en los pueblos de la Sierra Nevada de Santa Marta.
Esta simbología es un elemento de cultura inmaterial fundamental para la comprensión de los procesos territoriales relacionados con la cultura, en la medida que permiten leer las complejas relaciones y flujo de energía entre el oren de lo sagrado y el “mundo visible”, cuya noción es similar, pero mucho más amplia, que nuestra noción de “naturaleza”.
Esta simbología de lo sagrado también se suele manifestar en un conjunto de hitos geográficos, rocas, chorros, montes aislados, salados, confluencia de quebradas, o sitios con marcas culturales, generalmente petroglifos y pictogramas.
El conocimiento sobre la naturaleza: se refiere a la apropiación social del espacio, del territorio, resultante de la experiencia y el conocimiento, aspecto que no se puede desprender del orden de lo sagrado.
Estos sistemas de conocimiento están en estrecha conexión con los ciclos ecológicos y productivos (calendarios ecológicos) asociados también a prácticas rituales o “curaciones” colectivas.
El territorio y la memoria social. Los territorios están cargados de sentido, de historia en la que se funden las tradiciones ancestrales que recuerdan el origen y los avatares de la condición humana, con hechos históricos recientes. El drama vivido por la esclavización y el etnocidio de la cauchería pervive en la memoria social con todo su dramatismo.
La memoria social se transmite de manera viva y directa entre generaciones en el ámbito d e la vida familiar, y de manera principal, en el de la maloka.
Estos tres ordenes, el de lo sagrado, el del conocimiento tradicional sobre la naturaleza y el de la memoria social, se entrecruzan permanentemente y es muy difícil sepáralos. Constituyen un complejo sistema cultural invisibilizado o no reconocido por la sociedad no indígena.
Y se tiene la percepción, en las mismas sociedades indígenas, en sus comunidades, que estas visiones del mundo, que estos sistemas de conocimiento y que la memoria social, se están debilitando. Las causas de este debilitamiento están inscritas en un largo proceso de imposición cultural, en algunos lugares como consecuencia del impacto de economías extractivas, del conflicto armado y la instalación de cultivos de uso ilícito, y de la ausencia de alternativas de bienestar y de oportunidades para enfrentar los retos del mundo globalizado de hoy en día. También de las políticas públicas desacertadas. Por ejemplo, la transferencia de recursos del Sistema General de Participación, las llamadas transferencias, ha generado más problemas que los que se querían resolver y difícilmente, es el caso de la Amazonia, se traducen en beneficios reales para las comunidades. Quedan pocos ancianos sabios depositarios de estos conocimientos y sus “canastos del saber” no encuentran a quien transmitirlo. Las autoridades tradicionales van siendo sustituidas por liderazgos institucionales y existe una preocupante migración de jóvenes a los centros urbanos.
Pero existe también un profundo proceso de resistencia y afirmación cultural y muchos jóvenes han emprendido el reto de recuperar estas vetas profundas de la cultura y se ven ya planes de vida, muy poco por cierto, que se fundamentan e inspiran en el ordenamiento tradicional. Lo interesante, es que muchos de estos ejercicios de afirmación cultural han echado mano de la cartografía como una herramienta de análisis y de pedagogía de los espacios culturales.
La cartografía moderna – aunque es un arte muy antiguo – introduce un orden funcional que utiliza la cartas geográficas – planos, planisferios y en la actualidad modelos digitales hechos a partir de imágenes satelitales y nuevas tecnologías, en escalas y planos inimaginables - como una herramienta que informa y/o guía la acción pública, o privada, con una intencionalidad, que no es ajena a las posiciones y conflictos de poder. En la cartografía se leen visiones del mundo, guías para la acción y la necesidad social de reducir los niveles de incertidumbre.
La cartografía es también una herramienta aplicada que sirve para la resolución de problemas prácticos como la construcción de una vía; la prevención de desastres, la realización de un censo de población, el uso del suelo, por mencionar algunos. Tiene múltiples dimensiones prácticas de naturaleza física y geográfica, biológica, socioeconómica y cultural, entre otras. Pero la cartografía desde el punto de vista de la cultura es una construcción de sentido, de significados localizados en un espacio.
La cartografía cultural se ha venido usando como una herramienta clave en los proceso de recuperación cultural. Se trata en ocasiones de una revisión profunda de los nexos telúricos de los pueblos, de las comunidades, con su territorio. Este es un tema central en el acuerdo de cooperación entre Brasil y Colombia porque la geografía de lo sagrado ha sufrido el impacto de la división fronteriza y de las particularidades institucionales de cada país. Es muy interesante ver, en el caso amazónico, los esfuerzos por recuperar y mantener los itinerarios o caminos rituales que deben seguir los recitativos u oratorias tradicionales de los chamanes, de manera rigurosa, en las “curaciones” y oratorias tradicionales, recitativos que recorren hitos que comienzan en la desembocadura del Amazonas al mar, y ascienden por el río Negro y sus afluentes en Colombia y Venezuela. Es el territorio cultural del Yuruparí y la anaconda ancestral, una narración y un ritual constitutivo – y unificador - de uno de los sitios de mayor diversidad cultural y lingüística del planeta.
La lengua es uno de los fundamentos del patrimonio cultural inmaterial. El fortalecimiento y revitalización de las lenguas nativas es un hecho fundamental en la salvaguardia cultural. De allí la necesidad de avanzar, como lo están haciendo las comunidades del bajo río Caquetá y el Mirití, en recuperar para la cartografía pública la toponimia en las lenguas propias.
Hay muchas bondades en la cartografía social cuando es apropiada como una herramienta de autogestión de los pueblos y comunidades. Se ha utilizado en la recuperación de tradiciones, de conocimientos sobre la biodiversidad, en la identificación de sitios sagrados; también como herramienta para el logro de acuerdos entre comunidades para el manejo de espacios de uso y el acceso a los recurso biológicos – en especial de la caza y la recolección, el llamado localmente “rebusque”-, y se ha utilizado para movilizar a las comunidades a partir de ejercicios como que comparan el ayer, el hoy y su proyección hacia el futuro.
El reto en la actualidad es el uso de la cartografía cultural con fines de salvagurdia del patrimonio espiritual de los pueblos y comunidades, teniendo en cuenta sus derechos territoriales, y en un momento de grandes tensiones sociales por la posible penetración, consentida o no, de nuevas empresas extractivas de recursos naturales del subsuelo o del bosque y la construcción de vías internacionales de comunicación y transporte.
La salvagurdia cultural pasa por la protección de los sitios sagrados y por la protección de los ecosistemas naturales – bosques, bosques inundables, sabanas, tapuyes y barzeas – y sus recursos. Pensar la cultura en el Amazonas es también pensar la cultura.
De la cartografía cultural esperamos el empoderamiento de las comunidades locales, la identificación de factores de riesgo que se ciernen sobre su territorio y su cultura y la identificación de potencialidades productivas. La cartografía debe ser tambien una herramienta pedagogica que ayude a la apropiación social del territoriopara y un apoyo técnico fundamental en los procesos de negociación intercultural.

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