martes, 2 de septiembre de 2008

EL VALOR DE LOS SITIOS SAGRADOS


El valor de los sitios sagrados



Por Rigoberta Menchú



La madre tierra es para nosotros, los pueblos indígenas, sinónimo de fuente de riqueza económica y medio de subsistencia gracias a que nos da el maíz, elemento esencial de nuestras vidas. Pero no sólo eso: la madre tierra también nos permite concebir el mundo desde una perspectiva integral.
Desde nuestro origen y bajo cualquier latitud, los pueblos indígenas hemos considerado a la tierra como algo sagrado. Ella nos da la vida y es parte fundamental de nuestra cosmovisión, por lo que la respetamos y la veneramos. Hemos heredado de nuestros abuelos una convivencia armoniosa con la naturaleza, lejos de pretender someterla como si fuéramos sus dueños.
La tierra es raíz y fuente de nuestra cultura, a la cual tenemos que acudir diariamente para regenerarnos. Ella contiene nuestra memoria, ella acoge a nuestros antepasados y requiere, por lo tanto, que la honremos y le devolvamos con ternura y respeto los bienes que nos brinda.
Hay que cuidar y guardar la madre tierra para que nuestros hijos y nuestros nietos sigan percibiendo sus beneficios. Si el mundo no aprende ahora a respetar la naturaleza ¿qué futuro tendrán las nuevas generaciones?.
A lo largo de estos últimos años, nuestra madre naturaleza ha sufrido un deterioro, en numerosos casos irreversible. La destrucción de bosques, la contaminación de ríos, lagos y mares, el calentamiento global se han convertido, en este naciente siglo XXI, en una temática de carácter prioritario si no queremos vernos convertidos en testigos de la lenta agonía de la Humanidad.
Sin embargo, a pesar de esa marcha acelerada de la todopoderosa modernidad hambrienta de espacios y pulmones siempre menos vírgenes, diversas iniciativas impulsadas por personas, instituciones y movimientos interesados en la conservación de la vida han logrado, en muchos casos, crear las llamadas áreas protegidas y frenar la despiadada depredación que parecía encaminada hacia un trágico destino. Esta comunidad "conservacionista" ha actuado de manera paralela a la experiencia ancestral que han desarrollado nuestros pueblos. Desde siempre, los pueblos originarios han preservado entre sus valores la importancia de mantener una convivencia armoniosa, equilibrada, de respeto espiritual con la naturaleza.
Por ello es que muchos de los lugares que rodean las comunidades, la tierra donde se siembra, los bosques, los cerros, los ríos, los lagos y otros, tienen una dimensión espiritual mayor que los convierte en “sitios sagrados”.
Esta práctica ancestral ha sido sistemáticamente olvidada por los gobiernos y otros sectores de las grandes ciudades. Sin embargo, durante los últimos años existe un creciente reconocimiento a la importancia histórica que tienen los lugares sagrados y las prácticas tradicionales de protección de las zonas naturales que han cultivado los pueblos indígenas.
No es casualidad que muchas de las áreas protegidas por los ambientalistas sean zonas que han sido pobladas, trabajadas y conservadas por pueblos indígenas, los cuales, por medio de su tradición, su cultura y sus propios contextos ambientales, han sabido transmitir por generaciones el respeto a la madre tierra.

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