Continuamos con la poesía de Enrique Sánchez. ( Ilustraciones de N. Rodriguez)
Tu leve mano
Sentados en las escalinatas del muelle
Sentí tu débil mano
Sobre mis labios
Como una flor de domingo.
Supimos
Que no era posible amurallar el silencio,
Y que en el horizonte de las despedidas
Eran
inútiles los rituales,
Y que en tu piel,
Con olor a hierba fresca
Y lluvia,
Se anidaban esperanzas
Que no queríamos nombrar.
No era posible amurallar el silencio...
Sentado sin rumbo en una mesa
Heme aquí
Sentado en esta mesa
Lucubrando sueños
Sin que nadie acuda
Me recuerde
O se equivoque y diga
Perdón
Sólo perdón
Estoy equivocado.
Heme aquí sentado en esta mesa
Mirando a
través de la ventana
El
horizonte gris de una tormenta
Una paloma
que pasa
Una sombra
Una
mariposa nocturna
Que ha
perdido su rumbo.
Y mi café
Y mi triste
taza de café
Está fría
con sus labios estampados
En el
brocal oscuro
Del pozo en
el que vivo.
Despedida
Avanzas inexorable hacia el agujero negro de la puerta
de embarque
que se traga tu
cuerpo, el bolso con mis poemas y la mochila de viaje.
Solitario
agoniza un adiós en tu mano
mientras tu
presencia se desvanece en el laberinto del tiempo.
No sé qué fue
real,
No sé qué ventana
invisible abrí
y que puerta me
cerró el destino…
A un libro
Libro amigo:
Camino íntimo
canción viajera
ventana infinita
abrigo de alas
y de sueños...
Suspendido
en el vacío de mis manos
me sostienes...
Luz marchita
Más insomnio para la eternidad
del cuarto mío
con su día,
con su rueda dentada
y el polvo de los sueños
cubriendo una radio que no está,
un televisor amordazado
en la casa de empeño,
una máquina de coser que se marchó
con la vida en un hilo.
La luz amarilla del espejo detenida
sobre tu carta – la que nunca terminaste -
inaugura
una nueva era geológica.
No sé
si mi espíritu
se ha marchitado,
o si es este pedazo de sombra que cojea y
me acompaña,
o es esta nada que lentamente abandona el cuarto
para siempre.
Una cita con el pasado
Su armadura rota
su yelmo donde
refulgía el sol
se deshace al despertar en
la estación de autobuses.
Va a una cita con el pasado
para reclamar su cuota de
esperanza.
El hambre es la medida de
todas las cosas
le había dicho el profeta loco del Café Pasaje
tras apurar una copa de
aguardiente.
La noche será una puñalada
por la espalda
presintió
cuando ella abandonó el
cuarto
y el eco de sus pasos
amortajaron
su corazón.
Su hazaña es vivir
Camina sin otro horizonte
que su corazón
y se sabe cierto
y no le importa la lluvia
ni el peligro de las
calles.
Su hazaña es vivir...
y nada más.