Naturaleza y conocimiento: segunda parte de la entrevista con el maestro de escuela don Manuel Arias
Por Rafael Benjamín
Una mañana decidimos hacer una caminada. Doña Ana nos preparó una tortilla de papa, un albondigón de carne, una cantina con limonada y un termo con café. Es difícil reconstruir las conversaciones tenidas y describir el interés de don Manuel por todas las cosas que nos encontramos en el camino.
Usted debió dedicarse a la ciencia, le comento para provocar la conversación.
No me halaga su comentario. (Me mira con bronca). No fui formado para la ciencia. Mi oficio verdadero es el de la contemplación. La vagancia. He sido un trabajador incansable por circunstancias de la vida difíciles de explicar. Sobrevivir, mantener mi familia, pero lo más importante, el afán personal de contribuir, de poner un granito de arena, para que esta sociedad sea más tolerante, más justa, desde el magisterio en las escuelas donde he trabajado. Cuando me meto en los libros, en los datos, en la observación, a veces lo hago con mucho entusiasmo, pero como en poema de Renata Durán “Cuando me enfrento a la fría rigidez del concepto, se agudiza el oído, y el alma mía se sale buscando libertad en la música, buscando la verdadera vida que se intuye en el aéreo lenguaje del silencio”.
Pero tiene Usted algo de naturalista...
Cuando salgo al campo, como hoy, quiero ir despacio, mirando la naturaleza. Hay tanto misterio en cada ser, en cada detalle, en cada paisaje, que es imposible no abismarse en la naturaleza, extasiarse frente a las tramas y complejidades de la vida y del planeta. Me encanta la diversidad de plantas, aves y de pequeños bichos, especialmente insectos. Cuando salgo al campo y emprendo muchas veces solo mi camino, paso horas mirando los pájaros – observación que debe hacerse en silencio y quietud – y las mariposas y libélulas junto a las quebradas. Me emociono observando el mundo natural, mi mundo… pero no me considero naturalista.
La observación lleva al empirismo, a perder esa conexión cósmica de que habla Usted....
Se ríe. Usted no me ha entendido. Lo cósmico se refiere a la unidad. No somos distintos del campo que investigamos. ¿Por qué Occidente pierde el sentido de lo cósmico? ¿Cuales serán las consecuencias de la des-sacralización de la naturaleza hecha por la ciencia ? Nitzche dicen que anunció la muerte de Dios y avizoró sus consecuencias.
Hay un lenguaje en la naturaleza. Alguien decía que el lenguaje de la naturaleza es la matemática
Eso lo decía Galileo. Cierto, pero lo es también el caos, el no-orden.
Hay un lenguaje trascendental en las plantas y animales que los pueblos amerindios conocen. En el éxtasis producido por el yajé las plantas le hablan y le enseñan a la persona. Hay plantas especialmente parlantes como el tabaco, la coca, el borrachero, a las que los indígenas llaman plantas maestras.
Usted se levantó en un medio rural pero ha vivido también en la ciudad.¿ Por qué regresó al campo?
La ciudad mata, solía decir mi abuela, y en cierta medida esto es cierto. Me alejó la contaminación ambiental y …- Se queda pensando – de la contaminación espiritual
¿Por qué la contaminación ambiental?
La ciudad es un artificio. La ciudad produce la civilización que no es otra cosa que la separación radical del ser humano de sus condiciones naturales. Hay que restablecer el cordón umbilical de la ciudad con el campo, con la naturaleza y abandonar todos aquellos elementos, por cómodos que nos parezcan, que destruyen el medio ambiente y alienan el espíritu humano. No se trata de volver, a la fuerza, como lo quiso el criminal régimen de Pol Pot en Camboya, se trata de redescubrir los nexos con al naturaleza en la vida cotidiana. Cosas tan sencillas como pensar en los ecosistemas que contribuyen a retener el agua cuando abrimos una llave para tomar un vaso de agua.
La concentración de población, la industria y el comercio en grandes centros urbanos tiene un profundo impacto en las condiciones ambientales de las que depende la vida humana. La contaminación del aire por fuentes móviles (vehículos) y fijas (fábricas), la contaminación y mal uso de las aguas, el ruido, las basuras, el hacinamiento y la proliferación de asentamientos en zonas de riesgo, son factores que la vida urbana trae y que si no se controlan, terminan amenazando la salud y la vida de las personas.
La salud y el bienestar ambiental no sólo son responsabilidad del gobierno de la ciudad, son también responsabilidad de los ciudadanos. Pero obviamente los políticos, el gobierno de la ciudad y las autoridades ambientales tienen una gran responsabilidad en la expedición de normas de urbanismo justas y ambientalmente sanas, en la prevención y control de los factores ambientales adversos y en la prestación eficiente y oportuna de los servicios públicos relacionados con el medio ambiente. Debe ser preocupación de ellos el contribuir a la resolución de la desigual distribución de la calidad ambiental de los espacios urbanos.
De otro lado, la ciudadanía necesita de un cambio radical en su mentalidad, en su actitud respecto a la ciudad; en sus hábitos de consumo, utilización de los servicios públicos y manejo de los espacios urbanos y, en su voluntad de participación en los asuntos de la ciudad. En este campo la gestión ambiental las municipalidades deben mantener como un propósito firme, el abrir espacios de participación ciudadana para el tratamiento y manejo de los problemas ambientales. Las agendas ambientales locales o de barrio, como un compromiso entre el gobierno de la ciudad y sus comunidades, los acuerdos ambientales con sectores de la producción y el comercio, podrían ser instrumentos de participación y concertación muy útiles. En esa dirección resultan igualmente importantes los programas de educación ambiental orientados a la formación de ciudadanos. Desafortunadamente este tipo iniciativas pierden continuidad y vigor a causa de la visión de corto plazo de las administraciones y del pragmatismo electoral de los políticos que no le apuestan al medio ambiente.
Muchos ambientalistas piensan que las grandes ciudades de viven una inusual crisis ambiental...
Lo que no se sabe, por falta de información, es la dimensión de ésta crisis - que yo creo siempre ha existido - . Este vacío de información me parece debe ser resuelto cuanto antes. Al menos tener registros periódicos y frecuentes sobre la calidad del aire y sobre los niveles de ruido. Es una obligación de las autoridades ambientales informar día a día sobre lo que está pasando con su medio ambiente y producir alertas que movilicen a los ciudadanos y al tejido organizativo de la sociedad civil en su defensa, como un patrimonio común. Una ciudadanía bien informada es el primer paso para lograr un cambio en la actitud y en el comportamiento ambiental de la población.
Nos echamos en la hierba bajo un viejo cedro. Enciende un tabaco y nos servimos café
Tal vez estemos en el final del modelo de vida urbana, comento...
No creo. Es más grave. José Saramago dice en una entrevista, que piensa que estamos al final de una civilización. Hay mucha incertidumbre en el escritor de Lanzarote cuando dice que, si no me falla la memoria : “somos los últimos de una forma de vivir , de entender el mundo, las relaciones humanas, los últimos engranajes de una civilización que se va. Todo se está convirtiendo en otra cosa. Pero con honestidad, no sé en qué cosa. Tengo la conciencia de que no pertenezco a ese tiempo”.
Yo no se si la sociedad global de hoy en día se le pueda llamar una civilización – tal vez por el dominio de lo urbano pero no del ciudadano, invención o utopía de las ciudades -estado que universalizó la revolución francesa y que desaparece bajo los invisibles hilos de la opresión del estado moderno; pero sus cambios son acelerados sobre el doble carril de los avances de la ciencia y la tecnología y la acumulación y distribución desigual de esos avances. Y esto es una encrucijada que se vislumbraba desde los albores de la revolución industrial y que marcará este transito hacia la crisis global – en la que estamos – y el surgimiento o bien de una sociedad despótica y severamente estratificada – despotismo tecnológico – o si provocamos un cambio radical, de una sociedad universal, justa e igualitaria.
Y en este último propósito los artistas como Saramago son de mucha ayuda pues ven más allá de lo que nosotros los pobres y terrenales mortales poder imaginar. Los artistas pertenecen a todos los tiempos así don José nos diga que no se siente comprometido con el futuro.
(Continuará )
La salud y el bienestar ambiental no sólo son responsabilidad del gobierno de la ciudad, son también responsabilidad de los ciudadanos. Pero obviamente los políticos, el gobierno de la ciudad y las autoridades ambientales tienen una gran responsabilidad en la expedición de normas de urbanismo justas y ambientalmente sanas, en la prevención y control de los factores ambientales adversos y en la prestación eficiente y oportuna de los servicios públicos relacionados con el medio ambiente. Debe ser preocupación de ellos el contribuir a la resolución de la desigual distribución de la calidad ambiental de los espacios urbanos.
De otro lado, la ciudadanía necesita de un cambio radical en su mentalidad, en su actitud respecto a la ciudad; en sus hábitos de consumo, utilización de los servicios públicos y manejo de los espacios urbanos y, en su voluntad de participación en los asuntos de la ciudad. En este campo la gestión ambiental las municipalidades deben mantener como un propósito firme, el abrir espacios de participación ciudadana para el tratamiento y manejo de los problemas ambientales. Las agendas ambientales locales o de barrio, como un compromiso entre el gobierno de la ciudad y sus comunidades, los acuerdos ambientales con sectores de la producción y el comercio, podrían ser instrumentos de participación y concertación muy útiles. En esa dirección resultan igualmente importantes los programas de educación ambiental orientados a la formación de ciudadanos. Desafortunadamente este tipo iniciativas pierden continuidad y vigor a causa de la visión de corto plazo de las administraciones y del pragmatismo electoral de los políticos que no le apuestan al medio ambiente.
Muchos ambientalistas piensan que las grandes ciudades de viven una inusual crisis ambiental...
Lo que no se sabe, por falta de información, es la dimensión de ésta crisis - que yo creo siempre ha existido - . Este vacío de información me parece debe ser resuelto cuanto antes. Al menos tener registros periódicos y frecuentes sobre la calidad del aire y sobre los niveles de ruido. Es una obligación de las autoridades ambientales informar día a día sobre lo que está pasando con su medio ambiente y producir alertas que movilicen a los ciudadanos y al tejido organizativo de la sociedad civil en su defensa, como un patrimonio común. Una ciudadanía bien informada es el primer paso para lograr un cambio en la actitud y en el comportamiento ambiental de la población.
Nos echamos en la hierba bajo un viejo cedro. Enciende un tabaco y nos servimos café
Tal vez estemos en el final del modelo de vida urbana, comento...
No creo. Es más grave. José Saramago dice en una entrevista, que piensa que estamos al final de una civilización. Hay mucha incertidumbre en el escritor de Lanzarote cuando dice que, si no me falla la memoria : “somos los últimos de una forma de vivir , de entender el mundo, las relaciones humanas, los últimos engranajes de una civilización que se va. Todo se está convirtiendo en otra cosa. Pero con honestidad, no sé en qué cosa. Tengo la conciencia de que no pertenezco a ese tiempo”.
Yo no se si la sociedad global de hoy en día se le pueda llamar una civilización – tal vez por el dominio de lo urbano pero no del ciudadano, invención o utopía de las ciudades -estado que universalizó la revolución francesa y que desaparece bajo los invisibles hilos de la opresión del estado moderno; pero sus cambios son acelerados sobre el doble carril de los avances de la ciencia y la tecnología y la acumulación y distribución desigual de esos avances. Y esto es una encrucijada que se vislumbraba desde los albores de la revolución industrial y que marcará este transito hacia la crisis global – en la que estamos – y el surgimiento o bien de una sociedad despótica y severamente estratificada – despotismo tecnológico – o si provocamos un cambio radical, de una sociedad universal, justa e igualitaria.
Y en este último propósito los artistas como Saramago son de mucha ayuda pues ven más allá de lo que nosotros los pobres y terrenales mortales poder imaginar. Los artistas pertenecen a todos los tiempos así don José nos diga que no se siente comprometido con el futuro.
(Continuará )
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