jueves, 4 de junio de 2009

SOBRE LA NOVELA Y LA LECTURA

Foto: E. Sánchez


Nuestro vecino y contradictor Rafael Benjamin nos envía esta nota publicada inicialmente en la revista " Letras" de la Universidad Autónoma de Bogotá.

SOBRE LA NOVELA Y LA LECTURA


Rafael Benjamín

El arte de novelar

El arte de novelar es parte de la condición humana. El ser humano es el resultado de un largo y complejo proceso evolutivo y de desarrollo de la imaginación. El ser humano, en pocas palabras, se debe a la imaginación y la imaginación se expresa en narraciones, algunas efímeras como los sueños, otras transmitidas por la tradición oral, y otras escritas, como lo muestra el arte rupestre, en ideas gráficas. De allí que las primera novelas, de las que en muchos casos hemos perdido su significado, están escritas en las cavernas o en las rocas de los antepasados de las sociedades actuales. La historia del Yuruparí, por ejemplo, es una hermosa narración amerindia en la que las mujeres roban las flautas creadoras a los hombres y estos, desprovistos de poder, las persiguen hasta arrebatárselas. Esta narración está dibujada al igual que los graffitis actuales, en las paredes de las rocas de los ríos del alto Amazonas, para ser leída por los viajeros de aquellas inmensidades.

La palabra actual, novela, se originó en Italia y tiene como antecedentes literarios la poesía épica, la crónica, en especial la de viajes y las historias morales. De textos italianos la tomó Cervantes cuando tituló sus narraciones como Novelas Ejemplares. Como obra para ser leída, tiene como soporte, primero en el trabajo de los copistas y luego la invención de la imprenta por Gütemberg quien editó en 1457 el Salterio de Magüncia. Imprimió además, un calendario astronómico, dos Biblias y las llamadas Cartas de Indulgencia.

La novela es el resultado del ejercicio del espíritu de los seres humanos, como afirmación de la aventura humana que no es otra cosa que la afirmación de su libertad frente a todo aquello que la constriñe; de su desesperanza frente a la fugacidad de la existencia y de sus dudas dispuestas como dardos destinados a herir poniendo en tela de juicio y suspenso todo lo que existe.

La novela, debe verse también como el resultado y las tensiones de cuatro procesos: Proceso de la historia de las sociedades; proceso de las ideas y prácticas narrativas; proceso de la vida o biografía del hacedor de novelas y el proceso de la lectura, porque la novela está destinada, y sólo se completa, si es leída.

El yo, sujeto hacedor de novelas; el con-texto y la narración, y el lector, conforman la unidad indisoluble y contradictoria de la novela. Estanislao Zuleta, el ya desaparecido lector inagotable del Quijote y de La Montaña Mágica de Thomas Mann, definió la novela como “... la presentación de un individuo problemático, en la que se expresan diversas perspectivas, diversos enfoques y formas de concebir le mundo en juego y en contraste unos con otros” Lo importante en esta perspectiva es la conjunción y contraste entre diferentes perspectivas existenciales e ideológicas. El drama existencial es lo fundamental pues como lo señala el mismo Zuleta, “ ... la novela es la aventura en su sentido fundamental”.

La novela a la universalización de la experiencia humana. Desde la elemental novela de vaqueros – a partir de las cuales me hice lector – con su drama del eterno fugitivo, perseguido injustamente por la justicia y sometido al imperativo ético de defender la gente de un pueblo amenazado por los violentos, hasta la compleja e intensa novela psicológica contemporánea – a la manera de Paul Auster - del ser humano urbano, asediado y condenando por un sistema social que predica la libertad pero que a su vez lo muele reduciéndolo a una fiera acorralada y solitaria frente a su televisor en un departamento de concreto, todas la novelas muestran situaciones arquetípicas, universales, que demuestran, que no obstante las complejas y variadas circunstancias geográficas y situaciones sociales, todos participamos de la misma condición. La novela nos atrapa conociendo por la imaginación en el drama de otros, nuestro propio drama.

En la novela hay un movimiento, un sentido de la narración que va llevando al lector a nuevos descubrimientos. No hay novela sin descubrimiento. Dice Zuleta que “...para que haya novela es necesario que el sentido de la vida de un personaje no esté designado de antemano”. Hay también una valiosa observación de Zuleta sobre la prosa. “…lo importante de una prosa , cualquiera que sea, es su capacidad de producir sentido (….) las malas prosas son siempre las que se afirman como prosa bonita por fuera de las necesidades del texto”.

La lectura de una buena novela nos ayuda a ser más humanos, a entender mejor el mundo en que vivimos y a ser más tolerantes y plurales; y sobre todo, nos ayuda ejercitar un derecho humano fundamental: el derecho a imaginar.

El placer de leer

Ya me ha sucedido en tres ocasiones: me he pasado de la estación de autobuses del sistema masivo de transporte – Transmilenio le decimos en Bogotá - por estar leyendo. La última fue grave pues debía ir a una entrevista de trabajo en el centro de la ciudad y por ir leyendo una novela de acción de Pérez Reverte (La Carta Esférica), terminé en la última estación, el “Portal de Las Américas”, lejos de mi destino y sin empleo, pues mis posibles empleadores se negaron recibirme. Cuando el conductor del vehículo me llamó la atención, una vez detenido el autobús en la plataforma, una parte de mi mente estaba sumergida en las profundidades del mar Caribe buscando el tesoro de un galeón español, otra, reflexionando sobre la absurda necesidad que tenemos los seres humanos de buscar tesoros, dorados, paraísos ilusorios y de tentar el azar; y una tercera estaba embelesada en las delicias de las palabras asociadas a la navegación.

Lo que acabo de decir es que la literatura nos permite una rara disociación de la mente que nadie ha podido explicar como funciona: mientras una parte se deja arrastrar por la corriente del relato, otra, al mismo tiempo, reflexiona sobre los abismos, grandezas y miserias de la condición humana, y una tercera, que se abre de pronto, y por cuya culpa me he pasado de las cientos de estaciones que nos pone delante la vida cotidiana, se abandona al placer que produce la dulce melodía del idioma en el relato. Me explico, además del “entretenimiento” y la reflexión, hay un placer derivado del “encantamiento” que produce el lenguaje bien hablado, bien escrito.

¡Qué placer!, que gusto da leer a los clásicos de una lengua, los escritores que se esmeran por hacer de sus obras verdades joyas del lenguaje. Un relato bien escrito, bien traducido, es como el buen vino, fermentado en los barriles tormentosos de la historia y el pensamiento, al leerlo, sentimos que tiene algo de eterno, de añejo, de sutileza, que tiene sabor, aroma y un halo de misterio y trascendencia cuando el escritor mezcla, experimenta, comunica y nos deja sentir esas cargas de profundidad que contienen las palabras.

Sentir las palabras, arrobarse por el relato y reflexionar, todo al tiempo, es algo único que nos ofrece una buena narración y que nos conecta, con sentido, a esta humanidad “agobiada y doliente”, algo más importante, en mi caso, que el triste empleo que me ofrecían como corrector de pruebas de una revista institucional de un almacén de electrodomésticos.

Una queja: Hoy en día pareciera que los escritores pensaran sus obras para ser traducidas al lenguaje audiovisual y privilegiaran la acción en detrimento del lenguaje, del buen lenguaje, y privan al lector de uno de los grandes placeres de la vida: una crónica, un cuento, una novela bien escrita.

De nuevo en la estación de autobuses de Transmilenio con otro formulario de empleo en la maleta; releo con placer “Los Adioses” de Juan Carlos Onetti...” cuando la mujer bajó del ómnibus , dándome la espalda...No era posible saber qué se traía ella detrás de los lentes oscuros...”. Y se me pasó el J70 en su último recorrido del día.
Referencias: Conversaciones con Estanislao Zuleta. Edición de Alberto Valencia. Cali 1997

domingo, 17 de mayo de 2009

LA NOSTALGIA VIAJA EN TREN Y ORINA EN PATIOS DE TIERRA

Tren. Foto de Hernando Sánchez E.


Javier Ortiz, historiador y escritor nacido en Valledupar, nos envía esta hermosa crónica que queremos compartir con los lectores del blog.


La nostalgia viaja en tren y orina en patios de tierra


Por Javier Ortiz Cassiani


Tal vez mi alma
no sea sino un espacio
vacío, donde crece
lo que he perdido
(Giovanni Quessep)


Cuando era niño, para disipar mis miedos y espantar mis fantasmas, mi padre me acompañaba todas las noches, antes de acostarme, a orinar al último rincón del patio. Para esa época, además de comprender el placer de las meadas colectivas, y disfrutar los matices iniciales, intermedios y finales del sonido del chorro de orín estrellándose en la arena, descubrí que mientras orinaba mi padre se sostenía la verga entre los dedos índice y el medio. Lo miré un par de noches con curiosidad, y no pude evitar a la menor oportunidad a solas, constárselo a mi madre: “mami, papi se agarra el pene como un cigarrillo”, le dije en tono trascendental como si acabara de descubrir el secreto mejor guardado del arte urinario. Mi madre en medio de carcajadas convirtió mi apunte en diversión familiar y mis hermanos y hermanas, jamás olvidarían la graciosa ocurrencia del menor de una numerosa prole de once hermanos.

Mi padre Carlos Ortiz Sequéa, era un campesino de Hato Viejo, un pueblo del departamento de Bolívar, de pescadores y agricultores, donde las brujas se divertían asustando a los borrachos perniciosos, y la modorra diaria de sus calles resecas y polvorientas sólo era interrumpida por el claxon festivo del ferrocarril Calamar-Cartagena. Junto a una gavilla de muchachos salvajes, con el torso desnudo y las camisas anudadas en la cintura, mi padre esperaba devotamente en las afueras del pueblo el paso de la locomotora para colgarse de sus vagones, y disfrutar, improcedentemente por un instante, de los privilegios del progreso. Ni siquiera la tremenda revolcada que la locomotora número 20, la de mayor fuerza y velocidad de la compañía ferroviaria, le propino a uno de ellos, pudo atenuar el ritmo del ritual acostumbrado. Sobre ese ferrocarril remoto, presente en mis cuentos de infancia, buscaba una información esquiva una tarde del 10 de agosto del 2005, en la biblioteca Bartolomé Calvo de la ciudad de Cartagena, cuando en una impersonal sala de una clínica de Valledupar, el viejo Carlos, víctima de una próstata obstinada, agarraba el último chance de su vida en el tren de la muerte.

Mi madre, Elida Cassiani Sará, también del pueblo de Hato Viejo, hija de un trabajador de la compañía ferroviaria, apenas comenzaba a dejar el juego de las muñecas y las diversiones que le enseñaron una miríada de primos con los que se crió, cuando termino consintiendo los coqueteos del cazador de chances del ferrocarril. Ella, que podía viajar en primera clase, y que miraba con recelo por la ventanilla a la cuadrilla de cogedores de chances, soportó, con una resignación que se confundía entre el sufrimiento y la felicidad, más de 55 años con uno de sus miembros.


El destino, siempre fortuito para los de su condición, los llevaría a los campos algodoneros del Cesar, para los tiempos en que las opciones de los bolivarenses pobres, negros en su mayoría, era irse para Venezuela a ganarse unos bolos o ser reclutados para trabajar en los cultivos de algodón en el norte del Cesar. En esa época, las llanuras del Cesar parecían el sur de los Estados Unidos, no sólo por el algodón, sino por la cantidad de hombres negros que hacían la recolección. Manos negras y motas blancas contrastaban en la comarca, mientras se construían leyendas de parrandas vallenatas sempiternas, y al calor del whisky los políticos de la región le inventaban la identidad a un nuevo departamento con la ayuda de sus amigos andinos.

Mi padre es hijo de esa diáspora. Se fue en un vehículo que se adentraba en los miserables pueblos de Bolívar buscando jornaleros con el gancho de adelantarles dinero para que lo dejaran a sus familias. Se anotó en la lista de los reclutados porque era una forma fácil de obtener recursos para seguir la parranda con sus cofrades. La resaca lo sorprendió encima de un camión rumbo a Valledupar, ni siquiera se dio cuenta cuando el negro Zenón, uno de los hombre de confianza de los algodoneros para el enganche de labriegos, le gritó a mi madre en medio de la estela de polvo que dejaba el vehículo: “¡Elida, aquí va Carlos!”. Mi madre que lo conocía bien, y sabía de su extrema sinverguenzura, más tarde se le fue detrás con una niña de meses a horcajadas y seis hijos más a la zaga.

En los algodonales de la finca de Santander Escalona, mi padre y mis hermanos mayores vieron el sol salir y ocultarse arrastrando pesados fardos de algodón, mientras mi madre preparaba alimentos para una profusa clientela de paisanos. Regularmente, al final de la jornada, a la vez que se hacían hombres prematuros, mis hermanos se arrimaban a la casa principal a ver, en la única televisión que existía en la hacienda, la lucha libre mexicana con todo su encantamiento de héroes enmascarados y pasados de kilos. Más adelante, mientras aumentaba la prole y la vejez de mi padre ya empezaba a asomar, la terquedad y la poca resignación de mi madre la llevo a tomarse un lote de tierra para empezar a construir un rancho en uno de los primeros barrios de invasión de Valledupar. Allí, plantaron dos árboles de caucho, que crecieron con barbas de abuelo sabio y pies bien firmes sobre la tierra, alcahuetas de las travesuras de la muchachada de la cuadra.

El Cesar y Valledupar se convirtieron en la realidad, mientras que Bolívar, Hato Viejo y Cartagena, empezaban a ser la nostalgia. Los hijos mayores buscaron refugio en otras ciudades y escribían cartas y telegramas prometiendo mejor futuro para los menores y promesas de dinero para pagar servicios atrasados. Mi padre a pesar del traslado a Valledupar, continuó su vida de campesino en una pequeña parcela de tierra más adentro de las sabanas de Camperucho, que le regaló un amigo generoso. La vereda la apodaban La Tigra, porque, a decir de algunos campesinos, merodeaba por las noches una tigra cebada por los animales domésticos. Allí aprendí a levantarme con el aroma del tinto de la mañana, predecir las lluvias, pescar en los arroyos, y escuchar historias de un Tío Conejo pequeño y astuto y un Tío Tigre arrogante y burlado. Mi interés por la historia nació de allí, de esas historias habituales, de pasos de trenes, brujas traviesas y héroes populares.

Mi padre tenía un amor popular por Simón Bolívar que llegaba a la idolatría. Solía contar con mucha pasión y exageración sus hazañas. No se de dónde sacó la historia de que cuando Venezuela exigió los restos del libertador, los colombianos no se lo entregaron, sino que en su defecto -que además demostraba su exacerbado regionalismo- le habían entregado los restos de un cachaco.

Recuerdos sus expresiones dirigidas al presidente de turno después del almuerzo: “Bueno Barco, ya yo comí, tu debes tener un lío del carajo pensando en este país”; nuestras caminatas al Festival Vallenato, su papel de consejero de enamorados inexpertos, la manía de morderse el extremo del cuello de la camisa, y la forma serena, con una leve sonrisa, como recibía los reclamos y reproches de mi madre. Recuerdo también la vergüenza que le hice pasar con sus nada discretos compañeros de la carnicería del mercado de Valledupar, cuando en la difícil edad de los trece años después de comerme un enorme mango que me había regalado, me dio una pálida impresionante.

Mis amigos más cercanos, cuando la madrugada irrumpía en las parrandas sin pedirle licencia a la noche, se cansaron de escuchar mis comentarios sobre el parecido de mi padre con Ibrahim Ferrer, el cantante cubano de Buena Vista Social Club. Por esas aparentemente inexplicables casualidades de la vida Ibrahim murió en la Habana tres días antes que mi padre. Me quedé con las ganas de vestirlo con la misma pinta que el cantante lleva en la carátula del trabajo discográfico en la que aparece caminando y fumando distraído por una calle de La Habana vieja. Me hubiera encantado, para presumir más de su semejanza, tomarle una foto vestido de esa manera en una calle del centro histórico de Cartagena.

A pesar de la malicia natural para moverse en la vida mi madre fue siempre su memoria. Sólo se sabía el nombre de sus amigos entrañables, el resto eran los carajos aquellos, el tipo ese, fulanito, sutanito o la carajita esa. Mi madre me comentaba que jamás pudo aprenderse la talla de zapatos de sus primeros hijos, y que durante algún tiempo anduvo con trozos de cuerdas en los bolsillos del tamaño del pié de mis hermanos mayores. Hoy sin embargo, sus recuerdos me abruman en esta ciudad populosa y de lluvias melancólicas donde habito. Sigo practicando su depurada estética urinaria, me sigue gustando orinar sobre tierra. He crecido padre, frecuento otros patios y me habitan otros miedos, pero tú ya no estás para acompañarme.

jueves, 14 de mayo de 2009

PATRIMONIO URBANO DE BOGOTÁ A PUNTO DE SER DEMOLIDO


Estas fotos muestran la antigua fábrica de la Cervecería Germania en Bogotá, un edificio moderno construido en los años 40s del siglo pasado. La cervecería fue cerrada hace ya casi veite años y su edificio - abandonado - va a ser demolido. Gracias a la exposición " No más chicha" de la galería de arte "Casa Cuadrada" pudimos visitarlo y ver todavía en pié sus hermosas edificaciones. Es una lástima que el Distrito no recupere estos espacios de importante significación para los bogotanos y de alto valor arquitectónico. Esta fábrica podría ser transformada en un centro cultural de la ciudad.

Fotos antiguas: Mincultura


viernes, 24 de abril de 2009

LA NOSTALGIA POR UN QUIJOTE CARIBEÑO


Los rumores de una América preñada de historias inverosímiles, magnificada en los relatos de geógrafos y viajeros terminaron por visibilizar el Alonso Quijano que Miguel de Cervantes Saavedra llevaba dentro. América era, para muchos peninsulares, esa especie de pariente lejano al que sin embargo se acude en los momentos de mayores angustias económicas y conflictos personales.
El 21 de mayo de 1590, a la edad de 43 años, con el fardo a cuestas de cinco años y un mes de prisión, dos excomuniones en su contra, una acusación por malversación de fondos, y cansado de tanto peregrinar en busca de un cargo público acorde con sus cualidades de soldado ejemplar, Miguel de Cervantes Saavedra dirige una desesperada carta al Consejo de Indias en la que, luego de demostrar su servicio y lealtad a la Corona y la mala fortuna de él y su familia, solicita al rey de España, Felipe II, que le conceda un empleo en América.
El abanico de alternativas vacantes que Cervantes le muestra al rey es bastante amplio: contador del Nuevo Reino de Granada, gobernador de la provincia de Soconucos en Guatemala, contador de las Galeras de Cartagena o corregidor de la ciudad de la Paz. Ante el desespero, da lo mismo el calor soporífero del Caribe que pega la ropa al cuerpo o la altura de la Paz donde el frío entumece.
El puesto de contador de las galeras de Cartagena es el de menos relevancia dentro de la lógica burocrática colonial. Sin embargo, todo parece indicar, que de las diferentes alternativas expuestas por El Manco de Lepanto en su carta, era el cargo donde mayor opción tenía. Circunstancias de su vida anterior así lo demuestran.

Que se le haga merced

En la batalla de Lepanto en 1571, Cervantes recibió dos arcabuzazos en el pecho y uno en la mano izquierda. En esa misma batalla, don Pedro Bravo de Acuña también salió herido, y junto con Cervantes fue internado en el hospital de Mesina. Durante la convalecencia, Cervantes y Bravo de Acuña, un militar naval por vocación, establecieron una importante amistad. Después de que fue dado de alta, Bravo de Acuña continúa en la armada y regenta el importante título de General del Mar. El 26 de octubre de 1592, por disposición real, Bravo de Acuña es nombrado gobernador de Cartagena. Resulta bastante sintomático, que la petición de Miguel de Cervantes Saavedra al rey para que se le otorgara un puesto en las Indias, haya sido hecha precisamente dos años antes de que don Pedro fuera nombrado gobernador, nombramiento del que ya Cervantes seguramente tenía conocimiento.
No obstante, tan aparentemente favorables coincidencias, don Miguel de Cervantes Saavedra nunca pudo venir ni a Cartagena ni a ningún lugar de las Indias. Con la escuálida respuesta de, “busque por acá en que se le haga merced”, el doctor Nuñez Morquecho, funcionario de la Corona, selló para siempre su ineluctable destino de angustias y desamparo.

El quijote caribeño

Por supuesto, Cervantes nunca llegó a Cartagena de Indias, sin embargo, en el cuento-ensayo, titulado En un Lugar de las Indias, Pedro Gómez Valderrama, por intermedio del fascinante arte de la conjetura histórica, ubica a Miguel de Cervantes Saavedra en Cartagena, e invirtiendo los roles, coloca a Alonso Quijano como el escritor y a Cervantes como el personaje. La literatura aparece aquí como esa hermana valerosa y atrevida de la historia, que asume las culpas ante la necesidad de ésta última de mantenerse recta y objetiva. Llena los vacíos de esa zona borrosa y misteriosa en la que los historiadores no se adentran por no disponer de un presuntuoso pié de página que le sirva como sustento.
A través de este cuento-ensayo, el autor de La otra raya del tigre, convierte la novela de caballería en crónica de Indias y le concede una nueva maternidad al Quijote. Es decir, lo vuelve americano, o mejor, caribeño, pues la Crónica de Indias es la primera manifestación de la novela americana.
Ahora bien, la caribeñización del Quijote, implica una desacralización de sus más sacras formas. Aquí la dulcinea se vuelve de carne y hueso, y es encarnada, por la mulata Piedad con quien el Quijote (Miguel) descubre o redescubre su genitalidad. Sin embargo, toda utopía convertida en realidad resulta inferior y desencanta. El descubrimiento de su dulcinea (la mulata Piedad), y la terrenalización del amor que en un principio aparece como su momento epifánico, se convierte en su desgracia: “Sin deseos de regresar a la madre patria, consumido en el alcohol y la sensualidad siniestra de la mulata, llega a un despego tal de todo, que nada le importa”.
El Caribe no aparece aquí como el espacio de la salvación, sino como ese Caribe purgatorial. Ese “diario morir frente a la sal”, donde el sol pierde su halo benéfico para convertirse en el combustible que atiza la caldera. Tal vez a don Alonso Quijano y a don Miguel de Cervantes los devoró el “trópico corrosivo”, o simplemente ambos tenían un destino trágico tan ineludible, que ni siquiera el Caribe podía salvarlos.

La nostalgia a quien la merece

En Cartagena nos acostumbramos por mucho tiempo a las nostalgias estériles, a la genealogía recién fundada. Sin embargo, recordar la posibilidad de que Cervantes, en su etapa más productiva como escritor, viviera en Cartagena de Indias, supera la nostalgia que convirtió el dolor en souvenir turístico. Más que la añoranza por el pasado que no fue o que no pudo ser, es la celebración a la construcción de una tradición literaria en la ciudad. Lo que se celebra es esa forma de nostalgia que le permitió a Luis Carlos López, construir, con mirada clara y precisa, una cartografía para andar y desandar la ciudad; la misma que hace que Roberto Burgos Cantor le profese un “amor encabronado” a Cartagena, y se encierre en el baño a cantar para no llorar, mientras recuerda los sones del Michi Sarmiento, la generosidad de las putas del burdel de Germania de la Concepción Cochero, los amores con arena de playa, y el claxon festivo de un tren que transportaba los guitarreros y acordeoneros de la región, las farotas y cantadoras, y los cumbiamberos apiñados y dormidos.

Javier Ortiz Cassiani. Tomado de El Espectador abril 23 de 2009 con autorización del autor.

martes, 14 de abril de 2009

SOMBRAS NADA MAS: TRES CUENTOS DE CARLOS SANCHEZ RAMOS

Foto de Galyk.
Foto de Marc Ullom (Evidencia)




SOMBRAS NADA MÁS...




1.
De vez en cuando le gustaba distraerse observando las sombras, como si aquellas ocultasen algún oscuro mensaje que solo algunos pocos podrían interpretar. Así había comenzado todo, como un juego, hasta que de pronto ya no pudo dejar de seguir con su vista las sombras que proyectaban los caminantes en las acercas del parque en las tardes de sol, o las rápidas siluetas que dibujaban las palomas al descender a comer y revolotear por la plaza principal. Los domingos solía maravillarse viendo cómo árboles, perros y otros animales se iban alargando sobre el césped a medida que pasaba el día hasta que se fundían con la oscuridad que trae la noche. Con práctica y el paso del tiempo ganó gran agilidad, al punto que podía identificar la marca y el modelo de los autos que paraban ante el rojo de cualquier semáforo con solo ver sus sombras en el asfalto. Conocía las sombras de todo en el pueblo, y los días de mercado ganaba apuestas y poco a poco ganaba reconocimiento. Era, tal vez, el hombre más famoso del pueblo.
Hasta que una noche, mientras caminaba hacia su casa sintió cómo una sombra los seguía insistentemente por calles, paredes y aceras, haciéndole tropezar con las cosas hasta que finalmente no pudo más y saltó al río queriendo evitar al espanto pero atrayendo la muerte. Si hubiera esperado un poco podría haber conocido a aquella joven sombra inquieta por conocer el secreto de los vivos...

2.
Sucedió de madrugada, mientras descansaba la juma en una banca del parque central, cuando vio con espanto cómo una sombra saltaba desde el techo de teja de la sede de la Caja Agraria y se perdía entre el jardín de amapolas de junto de la iglesia. Preocupado había salido corriendo hacia la estación de Policía para advertir acerca de tan extraño caso, cuando al doblar en la esquina de la Calle de las Moscas vio con angustia en la pared cómo desde la penumbra emergía la sombra de un cuchillo que se clavó con agudo dolor sobre su propia sombra...

3.
El misterio de los Agujeros Negros se había develado con la muerte de Lucky Luke, cuando todos en Oklahoma City observaron con gran tensión cómo por primera vez era más rápida su sombra en desenfundar que él...


¿HACIA DÓNDE VA LA IZQUIERDA?: ENTREVISTA CON DON CARLOS MARTINEZ VECINO DEL MUNICIPIO DE LA CALERA

Marcha : Bogotá, el dia de la afrocolombianidad. Foto JJ Sánchez

Nuestro blog no se ocupa de temas políticos. Rafael Benjamín aprovechando que comentamos un libo de política nos envió la entrevista que publicamos de manera excepcional. No lo volveremos a hacer. Y que perdone nuestro querido vecino...

SOCIEDAD Y POLÍTICA: ENTREVISTA CON DON CARLOS MARTINEZ

Rafael Benjamín


Motivado por la lectura – transversal – del libro que Ustedes comentan: “Liquidando el pasado”, les envío la entrevista que le hice a Don Carlos Martínez, un viejo ebanista, ya retirado del oficio, del municipio de La Calera, cerca de Bogotá. Esta vez lo entrevisté en el parque del pueblo donde tomaba el sol y leía, ayudado con una lupa, una edición rústica de “La voluntad de poder” de Nietzsche. A pesar de la interrupción me atendió amablemente. Discutimos un poco sobre el libro. Sostenía el carpintero que Nietzsche había sido llamado nihilista de manera equivocada y que lo que había hecho era “diagnosticar” uno de los males de la cultura de Occidente que se encubre en el cristianismo: la negación del ser para si. Le expresé mi desacuerdo con su interpretación. Discutimos un rato sin llegar a un conclusión. Luego de un par de empanadas del “Olivar” quise picarle la lengua para conocer sus opiniones políticas, tema sobre el que, en otras ocasiones, se mostró reticente a hablar. Luego de comentar los últimos acontecimientos políticos y las dificultades del “Polo Democrático” el único partido de izquierda del país, y sus posibilidades o no de acceder al poder, hizo algunos comentarios que me parecieron interesantes y que me permito transcribir.

R.B.: ¿Se considera usted de izquierda don Carlos?
C.M: Me considero una persona de izquierda. La izquierda para mí se refiere a una corriente de pensamiento con raíces profundas en el pensamiento libertario y liberal proveniente de la Revolución Francesa, las utopías de T. Moro, Campanela, Prudhom, Saint Simon, el Padre de Las Casas, el movimiento obrero especialmente del siglo XIX, el anarquismo, el marxismo, la República Española, las frustradas Revoluciones Rusa, China y Cubana y el movimiento anticolonialista. La izquierda tiene muchos matices pero tiene como corazón una fe profunda en que eliminado la propiedad privada sobre los medios fundamentales de producción y devolviéndole al ser humano de manera integral su triple condición de pensador, productor y ser libre, en condiciones de igualdad y equidad, se pondría fin a la penosa sociedad capitalista que arruina la mayoría de las personas en beneficio de unos pocos y desvaloriza en general – de manera perversa – a los seres humanos.

R.B.:Pero el socialismo que históricamente se ha dado poco respeta el derecho a la libertad...
C.M.:Ningún sistema Rafael, ninguno que yo sepa. Es una promesa de la democracia
(Enciende un tabaco y se queda pensativo... continúa)
Pensar, producir y gozar de libertad, en condiciones de igualdad y equidad comprende campos complejísimos de la realidad social y humana que es cierto, no se han dado en los países que abrazaron el socialismo burocrático. La igualdad y la equidad son condiciones esenciales. La relación armónica de estos elementos en los sistemas políticos que históricamente se han fundamentado en el socialismo nunca se ha podido resolver. La producción ha subyugado los otros campos. Los ha negado. Tampoco se ha podido construir sociedades igualitarias y equitativas. Los aparatos de poder, llámense partidos del proletariado, ejércitos del pueblo, son expresiones excluyentes e inequitativas de la manera como se ejerce el poder. Por eso hasta ahora, el socialismo real o burocrático ha fracasado.

R.B.:¿Pero que significa pensar, producir y ser libre?
C.M.: Pensar se refiere no sólo al ejercicio del pensamiento sino que también al acceso que debe tener todo ser humano a los logros universales de la ciencia y la tecnología, el arte y la cultura.
Producir es reivindicar el trabajo como una actividad esencial del ser humano en su triple cualidad de actividad sociable, creativa y altruista.
Ser libre, es no padecer la coerción ni del sistema político, ni del sistema económico para el ejercicio del trabajo y el pensamiento y poder gozar de los derechos humanos fundamentales.

R.B.: ¿Y la igualdad y la equidad?
C.M.: La igualdad es la condición según la cual todos lo seres humanos tenemos las mismas oportunidades para el pleno desarrollo como personas pensantes, trabajadoras y libres.
La equidad se refiere al distribución justa de los beneficios que se derivan de la actividad social productiva.

R.B.: ¿Pero en síntesis que tipifica el pensamiento de izquierda?
C.M.: El pensamiento de izquierda cree más en la razón que en la fuerza de las armas; en la democracia representativa con autonomía local, que en el ejercicio hegemónico del poder; en las libertades personales que en la censura y la represión; en la pluralidad y coexistencia de las corrientes políticas y de pensamiento, que en las ideologías únicas; en el planeta tierra como la patria de todos, que en el nacionalismo; en la propiedad de toda la sociedad, que en la propiedad privada. El pensamiento de izquierda cree en los sistemas de economía solidaria, en la educación como un proceso continuo y libre de acceso, aprendizaje y generación de pensamiento. y en general, en la persona humana como sujeto de la construcción social de la nueva sociedad.

R.B.: ¿Y en Colombia como ha sido la izquierda?
C.M.: El pensamiento de izquierda es pobre en Colombia. La clase obrera – excepto algunos chispazos de los años 30 – no ha generado corrientes de pensamiento. Los intelectuales, con la excepción de aislada de personas como Antonio Molina, Antonio García, Diego Montaña Cuellar ,Estanislao Zuleta, poco han aportado a este pensamiento. La izquierda en este país se ha dedicado a copiar de mala manera y sin crítica alguna modelos y estereotipos venidos de fuera o a especular sobre economía sin mirar las condiciones reales de existencia de la población y sin estudiar la geografía del poder político en Colombia y el mundo. Al igual que en los partidos tradicionales el fanatismo religioso Español, heredado de la colonia, fue trasmutado, en los aparatos de poder (partidos, guerrillas), por el peor de los fanatismos políticos. No hay cosa más triste que asomarse a la literatura marxista producida en el país. Frases de cajón, prejuicios, lugares comunes.

R.B.: ¿ Ve Usted algunas posibilidades en la izquierda?
C.M.: Quizás se esté incubando una nueva fuerza espiritual capaz de poner patas arriba este viejo orden fundado en el egoísmo. Y cansado y corto de vista, yo no la perciba plenamente, aunque he oído su rumor, he visto su débil luz en los ojos de mucha gente joven, adivino su peso en las mochilas de los estudiantes y su melodía – todavía ahogada – en la libertad que expresan la música sinfónica contemporánea, el jazz y el rock cundo no están sometidos a la dictadura del comercio, la propaganda y el dinero.

R.B: Pero no veo en el horizonte organizaciones sociales que vallan en esa dirección...
C.M.: En cada época algunos visionarios construyen un sueño de paz y de libertad. Son ideas - acción. En momentos coyunturales el conjunto social se mueve hacia esos ideales de paz y de libertad. Hay conquistas momentáneas donde la paz y la libertad se acompañan con la igualdad de oportunidades y justicia social. Destellos históricos que pronto desaparecen ahogados por los aparatos de poder que a nombre de esos principios le niegan la libertad a otros, no toleran las diferencias de pensamiento, le cierran el camino a la participación de las minorías que se atreven a pensar en tiempos de crisis, y en vez de la justicia y la igualdad, instauran o el terror y el poder de las burocracias armadas, o el poder del capital que corrompe, destruye el tejido social y fragmenta la sociedad humana en islas-prisión, cada una con sus emblemas de consumo, su miserias y su remedo de libertad. Hasta que nuevos visionarios piensan en otro horizonte…y se atreven…
Tal vez sea Javier Otálora, no Borges que era un cínico, quien comparta conmigo y con muchos otros, ese acto de fe de ser colombianos. Una ficción necesaria. Fe en un país con una historia llena de crueldades pero también de heroísmos. Fe en que más allá del exilio permanente del espíritu hay una esperanza. Fe en que, algún día, sobrevendrá la paz y la justicia sin las vicisitudes de la guerra sucia que padecemos.

R.B.: ¿Y el papel de los partidos políticos?
C.M.: Los partidos tradicionales están mandados a recoger. Son empresas electorales para entrar a saco a las arcas de los recursos públicos.

R.B.: Pero los partidos de oposición han cumplido un papel importante interpelando al establecimiento...
C.M.: El sistema no oye argumentos. Tampoco sus partidos de oposición. No tienen oídos. Pero las personas si... hay que persuadir, convencer con argumentos y movilizar la enorme capacidad del espíritu humano. Eso es lo que se entiende por trabajo político.

R.B.: Eso fue sustituido aquí por la llamada propaganda armada
C.M.:De acuerdo. Una idea equivocada que fomentó el mismo Che Guevara. Nada hay más perverso y estúpido que la arrogancia del poder y de las armas. Nada más triste que la justificación de la muerte para ejercer el poder.

R. B.: Los grupos armados tienen una concepción vanguardista, no creen en el poder de la crítica social y desconfían de los intelectuales
C.M.: Igual que la derecha. Triste y horrible fueron las arengas de Franco el dictador español: ¡Viva la muerte! ¡Abajo la inteligencia! Frases que pusieron al descubierto la cruda realidad del totalitarismo. Triste y horrible es ver a los violentos de todas las orillas justificando su barbarie y sus atropellos contra la sociedad civil con argumentos maquillados – "es que la guerra es así " como dice el Mono Jojoy– o directos y cínicos. Vale la pena recordar lo que dijera Miguel de Unamuno en la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 . (Recita) “…Acabo de oír el necrófilo e insensato grito ¡Viva la muerte! Y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he de decirles, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente…Este es el templo de la inteligencia… están profanado su recinto. Vencerán, porque tienen sobrada fuerza bruta. Pero no convencerán. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitan algo que les falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil pedirles que piensen en el país”.

R.B.: ¿No exagera Usted al asimilar los grupos de izquierda a la derecha?
C.M.: Si uno quiere conocer la estupidez del fascismo, del totalitarismo militar, del desconocimiento e irrespeto a la vida privada y de los derechos y la dignidad de las personas, es suficiente que se asome a como funciona un grupo de izquierda revolucionaria ¿cómo serán los grupos de derecha entonces?

R.B.: ¿La revolución China lo entusiasmó don Carlos?
C.M.: Por supuesto que sí, aunque en realidad no soy un fervoroso creyente de los movimientos de masas. Tuvo episodios tan absurdos como el endiosamiento de Mao, y la llamada Revolución Cultural, tan absurda como sus móviles, y después el gran cambio hacia el más infeliz y salvaje de los capitalismos a expensas de los campesinos y pobres, los mismos que ofrendaron sus vidas para construir la China de hoy. Los textos maoístas, el librito rojo, las cuatro tesis filosóficas, los escritos político militares no eran otra cosa que documentos, sacados de contexto, que justificaban y encubrían la pobreza intelectual y los harapos de un grupo de emergentes revolucionarios colombianos.

R.B.: ¿Y la cubana?
C.M.: Fue un intento maravilloso. Un sueño. Pero no aguantó. El asedio externo y el ejercicio despótico del poder interno desvirtuaron el proyecto en la práctica, pero pervive...pervive en el pueblo cubano que es de un heroísmo admirables. Por mi parte creo mucho en la intelectualidad independiente de la isla

R.B.: ¿No cree Usted que la globalización afectó los proyectos políticos socialistas de corte nacionalista?
C.M.: Es posible. El nacionalismo no es un atributo del socialismo genuino que es internacionalista. Pero la globalización exacerbó otros nacionalismos.

R.B.: No veo claros los efectos positivos de la globalización...
C.M.: La globalización tiene dos tendencias una cultural y otra económica. Y son contradictorias. Mientras la una tiende a elevar la condición humana hacia una solidaridad planetaria, la segunda impone un modelo económico, el capitalismo global, cuyos modelos de apropiación y enriquecimiento privado se hacen a costa del bienestar de la mayoría. Y la globalización cultural, humanista – que hizo parte del proyecto de modernidad del renacimiento, de la revolución francesa y de la utopía obrero-socialista, se ha pervertido por la globalización propuesta por el mercado. La cultura, un patrimonio de las personas, de los pueblos y de la humanidad se ha convertido en un mercado. No se globalizan los valores sino los patrones de consumo. Emblemas de consumo.
La protesta actual contra la globalización es bien contradictoria. Protestan juntos, hombro a hombro proteccionistas – de monopolios económicos -, sindicalistas privilegiados, ecologístas y tercermundistas. En la confusión de los tiempos se parte de una intuición que pone en tela de juicio los beneficios del nuevo orden mundial. Es todavía una respuesta primitiva – de masas – a un fenómeno que merece mayor atención: La nueva acumulación capitalista, especulativa, global, que muele en sus ruedas financieras la economía de los países y los pueblos que no alcanzaron en el siglo XX un desarrollo industrial y a las masas de trabajadores – muchos de ellos inmigrantes – de los países llamados desarrollados. La protesta contra la OMC y el G8, son los primeros pasos de una resistencia civil que, es posible, tome un rumbo importante y presione cambios significativos en el orden internacional.
Pero no hay que hacerse ilusiones. El mundo se mueve hacia un nuevo orden despótico fundado sobre la información y el control de la vida personal por parte de los estados y empresas privadas para-estatales (como las compañías de seguros) que necesita, para ser contrarrestado, de una auténtica revolución espiritual.

R.B.: ¿Y cual es el papel de los Estados Unidos en todo esto?
C.M.: Es una potencia en decadencia. No va a resistir el empuje neocapitalista de China, la India y quizá la misma Rusia, pasto de las mafias. Son países de mayor plusvalía relativa, allí la tasa de ganancia es más alta fruto de la explotación desmedida del trabajo.

R.B.: ¿Habrá un reacomodamiento de la geopolítica?
C.M.: Sin duda que sí. Con terribles desgracias para el mundo no industrializado y en especial para los pobres

R.B.: Ahora veo cierto conformismo político en la gente...
C.M.: El drama del dominado surge cuando cree que lo que le dicen quienes lo dominan es cierto, y trata de parecerse a quienes lo dominan. Pero hay también inconfomidad. Lo que pasa, de un lado, es que la protesta social es malinterpretada en este país, es reprimida, es vista como algo malo, y de otro, el periodismo - prensa, radio, TV - todo lo vuelve una frivolidad. !Qué pena!

Quise entrar a temas más actuales pero se levantó y se marchó. Estaba fatigado. Me prometió que volveríamos a hablar.

miércoles, 18 de marzo de 2009

EL LIBRO DEL MES: LIQUIDANDO EL PASADO


Este libro de la editorial Taurus y producido por FESCOL, de los compiladores Klaus Meschkat y José María Rojas, reune un voluminoso conjunto de documentos producidos entre 1927 y 1933 que reposaban, de manera principal, en los archivos de Moscú y que dan cuenta del surgimiento del movimiento socialista en Colombia; de las luchas sindicales de la época; de la fundación del Partido Revolucionario Socialista y de su refundación como Partido Comunista en 1930, y de sus relaciones con el Komintern (Internacional Socialista).
Son en su mayoria cartas y documentos cruzados con la Internacional.
Es un libro de consulta para investigadores e interesados en la hsitoria. A través de estos documentos se ve el heroísmo de estos primeros socialistas y el drama de la imposición estalinista. Acusaciones van y vienen; divisiones; purgas. Y al final, la frustración de una generación que sería marginada y silenciada por la maquinaria del partido y su burocarcia. María Cano, Alberto Castrillón - primer candidato socialista a la presidencia -, Tomás Uribe Márquez y muchos otros desfilan por el libro con su energía y su drama.
Es un libro pionero que vale la pena estudiar.
Hay que aprender del pasado.